Como mujer, como psicóloga y como madre... no puedo evitar tener muy presente el riesgo potencial en la infancia de sufrir abuso sexual.
Siempre ha sido un tema que me ha preocupado mucho y, como decía, el hecho de tener que estar más alerta por mis propios hijos hace que conviva con el temor de que algo malo pueda pasar. (No sólo en este ámbito, pues el miedo de que tus hijos puedan sufrir o que algo malo les ocurra es inevitable y afecta a todas las posibles facetas de sus vidas. Aun así, la idea es mantenerse consciente pero no paranoica... En fin, cada padre o madre hace lo que puede...)
En el libro de la doctora en psicología Maribel Martínez, «Abusos sexuales en niños y adolescentes», se recoge que el abuso sexual infantil puede
llegar a afectar a entre un 15 y 20% de la población, especialmente del
sexo femenino, y a pesar de ser un «problema social importante» suele
mantenerse en secreto, ya que apenas se conoce un 2% de los casos.
Las cifras son muy impactantes. Sería como decir que en una clase de 26 niños, en el caso hipotético de que cursaran toda la vida escolar juntos, al menos 3-4 niños serían víctimas de abusos sexuales. Si pienso en estos términos y visualizo la clase de p5 de mi hijo mayor me dan escalofríos... Incluso más difícil para mi cerebro es llevar a cabo el mismo ejercicio mental con la recientemente formada clase de p3 de mi hijo menor -¿no son casi bebés?-.
Dentro de la definición de abuso sexual se incluiría todo tipo de coerción, por parte de un adulto o un niño mayor, que obligue a un niño, o niña, a realizar o permitir cualquier tipo de actividad sexual.
La definición es muy amplia y deja de ser tan útil, por ejemplo, cuando la diferencia de edad entre los niños no es tan acusada, si existen diferencias culturales e incluso en el caso de los matrimonios de conveniencia que amparan las relaciones sexuales con menores...
Otro asunto complicado es cuando la persona que ha sufrido abusos se siente culpable e incluso siente que ha incitado o provocado el acto sexual. Hay quien se "autoconvence" de que consentía y de que quizá tenía una sexualidad muy activa desde edades tempranas... Vaya, todos tenemos una sexualidad visible y activa desde edades muy tempranas (o desde siempre). Freud ayudó a apartar un poco el velo al asunto describiendo las etapas de la sexualidad infantil. Pero, salvando las diferencias culturales -cómo se pueda, si es que se puede-, es prioritario y urgente mejorar la seguridad de los pequeños y las pequeñas y reducir o eliminar esas cifras tan escalofriantes.
Cada caso de abuso requiere un abordaje exclusivo y el objetivo será que se detenga el abuso y se ayude al menor para poder llevar una vida digna y superar el trauma o la mala experiencia... En ocasiones la intervención ocurre mucho tiempo después, incluso en la edad adulta.
Lamentablemente, las personas que han sido víctima de abuso sexual pueden presentar muchos problemas emocionales, de comportamiento, de personalidad... Y algunas no conseguirán curar las heridas. Otras sí, aun habiendo sido víctimas de una violencia sexual brutal y habiendo desarrollado problemas graves de apego y de ira, hasta conductas psicopáticas. Así, el apoyo familiar y la intervención psicológica adecuada pueden mejorar e incluso revertir la situación en casos realmente serios.
Aquí puede verse un ejemplo de la pequeña Beth, una niña que inició terapia a los 6 años, tras haber manifestado comportamientos psicópatas como por ejemplo abusar sexualmente y con violencia de su hermano pequeño, realizarse autolesiones, matar a animales... Es la historia de una niña adoptada que había sufrido abusos sexuales graves por parte de su padre biológico a muy temprana edad, antes de los 19 meses que es cuando fue adoptada.
Una niña que pudo pasar página y cultivar la empatía y las relaciones afectivas gracias a una interveción integral.
Aquí se puede ver el caso:
Estas historias de superación permiten que tengamos esperanza en la resolución de los problemas por parte de los niños y las niñas víctimas de abusos, pero no deberíamos bajar la guardia y ante todo deberíamos promover relaciones más sanas con los menores y en ambientes seguros.
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