Mucha gente acude a su
médico de cabecera y se lleva en el bolso o en el bolsillo, tras unos minutos
de visita al doctor, una receta para psicofármacos.
Ayer antes de dormir leí un artículo sobre el diagnóstico y
tratamiento de la depresión en Atención
Primaria. Y corroboré la impresión que ya tenía sobre este asunto. Hay
mucha gente que acude a su médico de cabecera y se lleva en el bolso o en el bolsillo
una receta para psicofármacos, especialmente para paliar la ansiedad o la depresión en sus múltiples expresiones y posibilidades. El problema
radica en que precisamente hay variedad de sintomatología, y de abordajes
terapéuticos, y que los médicos de cabecera ni cuentan con el tiempo ni la
formación adecuada, en la mayoría de casos, que requiere la complejidad de la
situación vital de cada paciente. De modo que tienen lugar muchos falsos positivos y negativos, es decir,
que personas decaídas se medican “de más” y otras personas con una patología
depresiva real no quedan bien encaminadas ni en la medicación ni, sobre todo,
en la intervención psicológica,
puesto que se realizan comparativamente muy pocas, poquísimas, derivaciones a
psicología.
Yo lo considero una pena, puesto que este bucle de
desinformación y mala praxis repercute directamente en la calidad de vida de un gran número de personas (pacientes y familiares, compañeros
de trabajo, etc). Con frecuencia la consecuencia es que los pacientes empeoran
y se ven truncadas sus vidas (relaciones de pareja, conflictos laborales…).
Tal vez habría que aumentar el conocimiento de los
profesionales de la salud que atienden a las personas que refieren este tipo de
quejas. Y también deberían mejorarse las formas de preguntar, no sólo en la
entrevista, tan reducida en tiempo, como en los test o cuestionarios –hay algunos
instrumentos de medida de aplicación
muy resumida y de importante valor diagnóstico-. Si bien lo ideal sería que se
derivaran todos los casos presumiblemente de psiquiatría / psicología a los
especialistas, o sea, a los psiquiatras y psicólogos -no únicamente a los
psiquiatras, porque entonces solucionaríamos este error a medias-.
Sin embargo, tan inmersos como estamos en la fatídica crisis financiera y social –porque entre
los recortes y la falta de empleo este conflicto es cada vez más social por
encima de la economía-, reivindicar esto es como ir a la revisión de un examen académico
con un 2,5 y suplicar un aprobado. Pero con la excusa de que no es buena época,
la verdad es que nunca acaba siendo buen momento para pedir nada institucional
en términos de mejorar la atención psicológica en el sistema público, así que
yo voy a ser como los ecologistas que abogan por la no extinción de especies protegidas,
o no protegidas, en peligro de desaparecer o de que se empeore su calidad de vida, y voy
a seguir insistiendo en las necesidades sociales, especialmente en las que
están relacionadas con la psicología, para no perder la costumbre y para seguir
sintiéndome cómoda con mi ideología y mi manera de ver el mundo –o de pensar,
proyectar, el mundo-. Además, cuanta más crisis y más vulnerabilidad social,
más necesidad de tener acceso a atención psicológica.
Sigue muy actual este post. Felicidades
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